lunes, 4 de marzo de 2013

Mi compromiso con vos


No prometo, hijo, impedir que tropieces, ni estar pegado a ti para asistirte en la caída.
Te estorbaría mi excesiva protección, y te haria extremadamente dependiente.
Pero prometo estar ahi, para cuidar tus raspones.


No prometo, hijo, heredarte mi experiencia. No podría ser tuya.
Tendrías que adquirirla en carne propia.
Pero prometo estar disponible cuando solicites mi consejo.

No prometo, hijo, solucionar tus problemas, aunque lo haría todo por ti.
La solución suele estar en tus manos y no en las mias.
Pero prometo ayudarte en lo posible y escucharte cuando quieras desahogarte.

No prometo, hijo, evitarte sufrimientos, no puedo cegarte a la realidad, porque aveces sufrir es necesario para aprender a ser fuerte.
Pero prometo ofrecerte mi hombro, cuando necesites consuelo.

No prometo, hijo, darte todo lo que quieras.
En todo caso es mejor que aprendas a dar los caprichos y las modas no son importantes pues se olvidan en cuanto se consiguen.
Pero prometo hacer el mayor esfuerzo para darte lo necesario.

No prometo, hijo, que serás tú el centro de mi atención, necesito tambien atender otros asuntos por tu bienestar y el de toda la familia.
Pero prometo no descuidarte y dedicar un tiempo especial, solo para ti.

No prometo, hijo, caerte bien en todo momento, a veces no te gustará lo que yo diga o haga, porque tengo la obligación de guiarte por el camino correcto.
Pero prometo no maltratarte ni humillarte cuando te corrija.

No prometo, hijo, que serás un niño mimado, a la larga te haria mucho daño.
Pero te prometo que serás mi niño querido.

No prometo, hijo, estar a tu lado siempre, soy mortal como cualquier humano.
Pero pero prometo enseñarte que si existe un Padre que si es eterno a quien podrás acudir siempre que quieras.

No prometo, hijo, ser un padre perfecto.
Pero prometo poner todo mi amor en el intento.

http://mimitosdemama.blogspot.com.es/2013/01/no-prometo-hijo.html

Mimitos de Mamá
Anónimo

Carta a un hijo:


Era una mañana como cualquier otra. Yo, como siempre, me hallaba de mal humor.

Te reté porque te estabas tardando demasiado en desayunar, te grité porque no parabas de jugar con los cubiertos y te reprendí porque masticabas con la boca abierta. Comenzaste a refunfuñar y entonces derramaste la leche sobre tu ropa. Furiosa te levanté por el cabello y te empujé violentamente para que fueras a cambiarte de inmediato.

Camino a la escuela no hablaste. Sentado en el asiento del auto llevabas la mirada perdida. Te despediste de mi tímidamente y yo sólo te advertí que no te portaras mal.

Por la tarde, cuando regresé a casa después de un día de mucho trabajo, te encontré jugando en el jardín. Llevabas puestos tus pantalones nuevos y estabas sucio y mojado. Frente a tus amiguitos te dije que debías cuidar la ropa y los zapatos; que parecía no interesarte mucho el sacrificio de tus padres para vestirte. Te hice entrar a la casa para que te cambiaras de ropa y mientras marchabas delante de mi te indiqué que caminaras erguido.

Más tarde continuaste haciendo ruido y corriendo por toda la casa. A la hora de cenar arrojaste la servilleta sobre la mesa y me puse de pie furioso porque no parabas de jugar. Con un golpe sobre la mesa grité que no soportaba más ese escándalo y subí a mi cuarto.

Al poco rato mi ira comenzó a apagarse... Me di cuenta de que había exagerado mi postura y tuve el deseo de bajar para darte una caricia, pero no pude....
¿Cómo podía un padre, después de hacer tal escena de indignación, mostrarse sumiso y arrepentido?

Luego escuché unos golpecitos en la puerta. 'Adelante' ... dije, adivinando que eras tú.
Abriste muy despacio y te detuviste indeciso en el umbral de la habitación. Te miré con seriedad y pregunté: ¿Te vas a dormir? ... ¿vienes a despedirte?

No contestaste. Caminaste lentamente con tus pequeños pasitos y sin que me lo esperara, aceleraste tu andar para echarte en mis brazos cariñosamente.

Te abracé...
y con un nudo en la garganta percibí la ligereza de tu delgado cuerpecito.
Tus manitas rodearon fuertemente mi cuello y me diste un beso suavemente en la mejilla.

¡Sentí que mi alma se quebrantaba!

'Hasta mañana papito' me dijiste....

¿Qué es lo que estaba haciendo? ¿Por qué me desesperaba tan fácilmente?

Me había acostumbrado a tratarte como a una persona adulta, a exigirte como si fueras igual a mí y ciertamente no eras igual.

Tu tenias unas cualidades de las que yo carecía: eras legítimo, puro, bueno y sobretodo...
¡sabias demostrar amor!

¿Por qué me costaba tanto trabajo? ¿Por qué tenía el hábito de estar siempre enojado?
¿Qué es lo que me estaba aburriendo?

¡Yo también fui niño! ¿Cuándo fue que comencé a contaminarme?


Después de un rato entré a tu habitación y encendí con cuidado una lámpara.
Dormías profundamente. Tu hermoso rostro estaba ruborizado, tu boca entreabierta, tu frente húmeda, tu aspecto indefenso como el de un bebé.


Me incliné para rozar con mis labios tu mejilla, respiré tu aroma limpio y dulce.
No pude contener el sollozo y cerré los ojos.
Una de mis lágrimas cayó en tu piel. No te inmutaste.
Me puse de rodillas y te pedí perdón en silencio.

Te cubrí cuidadosamente con la colcha y salí de la habitación........

Algún día, sabrás que los padres no somos perfectos, pero sobre todo, ojalá te des cuenta de que, pese a todos mis errores, te amo más que a mi vida.


Anónimo.